jueves, 27 de agosto de 2009

Para siempre, Esplá


Ahora que hace días que se acabó la Feria y a otros tres de volver incorporarme al trabajo, no puedo evitar dejar de pensar lo rápido que han pasado mis días de descanso. Descanso, que salvo esta semana que ultima sus momentos, ha transcurrido básicamente en La Malagueta (el coso, me refiero). El resumen es rápido; buenos carteles, numeroso público y un pésimo ganado que hacía que deslucieran los primeros y encendieran al segundo. Un público de criterio cuestionable pero que al fin y al cabo pagaron por un espectáculo que, salvo en una ocasión, no llegó. Simplemente escribiré de impresiones y recuerdos ya que mi afición supera a mi entendimiento, por lo que no pretendo hacer un balance que sirva de guía. Para este fin les recomiendo este enlace http://www.malagahoy.es/article/opinion/498732/la/balanza.html. Pero, en mi ‘balanza’ particular, hay un recuerdo que prima sobre los otros. La corrida del 23 de agosto.

Recuerdo el día que se dieron a conocer los carteles, corrían los finales de junio. Recuerdo esta frase: las entradas sueltas se pondrán a la venta el día 6 de agosto. Con el programa en la mano me fijé en cuatro tardes, pero sobre todo en la última. Era mucho el esfuerzo porque las colas se presumían interminables, pero había un factor que hacía que cualquier esfuerzo valiera la pena, al menos para mí; despedir a Luis Francisco Esplá. El primer personaje conocido al que yo recuerdo haberle tenido una consideración especial. Y llegó. Tras dos horas a pleno sol, las entradas al fin en mi poder.

Y también llegó el día 23. Calor, muchísimo calor. Esplá abría cartel. Le seguían Javier Conde y Cayetano. Pero siempre será para mí el día del adiós del alicantino. Incluso, me atreveré a confesar que estrené un vestido reservado para ese día. Cayetano, de azul marino y oro y mi segunda atracción del día, fue el primero en llegar. De azabache y blanco, Javier Conde. En el patio esperaban los dos únicos diestros a los que les he pedido la oreja, no en este año. Pero faltaba él, que llegó sobre la campana. No soporto las despedidas, pero me consolaba que no era un adiós de cuerpo a cuerpo. Aún así observé cada segundo de Esplá sobre el albero para llevarlo conmigo y que de alguna manera no se fuera nunca.

Ninguno de sus dos toros, fueron faenas para recordar, salvo las banderillas. Siempre fue un maestro del rehilete. Sus toros no humillaban, pero mi lagrimal sucumbió a los trastos de la emoción. Me contuve rápido, no quería que nada empañara aquello. Se despedía Esplá; mi primer ídolo, aquel cuyo nombre adoptó uno de mis primeros juguetes. Sí, con apenas 4 años bauticé con ‘Luis Francisco Esplá’ a un muñeco sin el cual era incapaz de dormir. Se despedía de Málaga el torero por el que el sorteo para ver quién acompañaba por la tarde a mi padre a la plaza era innecesario. Si Esplá era uno de los espadas, allí estaba yo.

Y con la misma rapidez que transcurre tu vida, transcurrió la corrida. Y entonces llegó el momento de despedirme. Decía un amigo que “no hay que empozarse en la nostalgia porque ayer no es ayer, ayer es siempre hoy y siempre mañana” ya que la memoria es eterna. Yo le aplaudí como si volviera en la feria del año que viene. Y de algún modo siempre volverá para mí. Mientras aplauda a algún diestro más cruzando el patio de cuadrillas, nunca olvidaré el día que aplaudí por última vez a Don Luis Francisco Esplá. Hasta siempre, maestro.

viernes, 7 de agosto de 2009

No hay 'billetes'






Panem et circenses. O lo que es lo mismo, ‘pan y circo’ en cristiano, era en lo que consistía el placebo político de la Roma imperial. El bienestar, el pan para el cuerpo; el divertimento, el pan para el espíritu. Curiosa máxima que el maestro Barbieri parafraseó para darle título a una zarzuela, con cuyos acordes comienzan cada tarde de Feria en La Malagueta los festejos taurinos. Y a las puertas de este mismo coso, uno mismo comprueba, como esa sentencia, populista en sus orígenes, cobra vida cada tarde.

Mientras el Gobierno cuelga el cartel de ‘No hay billetes’ en las arcas públicas, los que se acerquen al coso de La Malagueta también lo leerán si su intención es ver torear a José Tomás el próximo día 20. Es un consuelo. Paradójico, pero un consuelo. Las colas rodean las oficinas de desempleo a la vez que rodean la plaza de toros para adquirir una entrada. Y es que tal vez, ese desembolso haga olvidar, aunque sea por una tarde, el paseíllo diario de déficit, embargo y desempleo. Para colmo, una terna con ‘querencia’ a continuar. Si es así, que suene ‘Pan y Toros’, que las penas con pan, son menos.