domingo, 24 de julio de 2011

El Tour de la vida



Recuerdo una frase de la película Amelie, la cual recomiendo fervientemente, que decía que “la suerte es como el Tour de Francia. Lo esperas todo el año y luego pasa rápido”. Y es que, quizás, la ronda francesa sea una vida estudiada en 21 días. 21 oportunidades. 21 reencarnaciones. Alegrías, penas, subidas y bajadas de puertos y ánimos, proyectos que se quiebran, metas que se alcanzan, un hombros junto al que escalar posiciones, vendettas, opciones que se escapan y logros que valen cualquier penuria. Y al final, como en la vida, todo acaba con las lágrimas de unos y las risas de otros.

El Tour de 2011 ha dicho ‘adieu’ de nuevo y ya van 98 veces. En esta ocasión Cadel Evans dio un golpe en la mesa y por fin se quitó la medalla de plata doliente de la segunda posición. Y además otorga a Australia al fin un campeón. En la cruz de la moneda, Andy Schleck, que a pesar de sucederle lo mismo que a Fignon (q.e.p.d.) en el 1989 ante Lemon, al contrario que el francés, el de Luxemburgo supo aguantar el chaparrón. Al menos no se vieron esputos voladores como en el caso de la derrota del galo ante el americano, que también fue le primero de su país en ganar un Tour en el 1986.

Miguel Indurain no fue el primer español en ganarlo. Ocaña, Bahamontes y Pedro Delgado le habían precedido. Pero hace 20 años, el de Villaba hizo que la afición al ciclismo en España cambiara de piñón. 1991,1992, 1993,1994 y 1995. Cinco coronas, cinco reinos a los que la historia posterior intentó buscarle herederos patrios. Delfines que le sucedieran en el trono de los Campos Elíseos. Dos décadas desde que ‘Miguelón’, nuestro navarro de oro, hiciera que algún Alberto, Samuel u Óscar cogieran sus bicicletas movidas por las alas de la ilusión de alcanzar la estela del pentacampeón.

Ya sólo hay que esperar un año para disfrutar de una nueva ‘vida’ de 21 sobremesas en las que se pude comprobar que el amarillo no es el color de la mala suerte y que ésta no pasa rápido, sino que a lo mejor nos está esperando en la meta con la condición de que no dejemos de pedalear.

sábado, 23 de julio de 2011

Andaluz, el milagro antigrasa



Aquellos que me leen, a los que agradezco que me dediquen su tiempo, pero no me conocen en persona, tampoco saben cómo es mi forma de hablar. Pues hablo andaluz. Si, sí, andaluz. Y no me siento inferior ¡oiga! por mucho que desde pequeña hayan intentado hacérmelo sentir en televisión poniéndole un acento indescriptible, ni de lejos andaluz, a personas que siempre ocupaban las posiciones más desfavorecidas. Es un triste consuelo recordar tu biografía televisiva y darte cuenta que sólo Tico, el fiel acompañante de Rigodón y de Willy Fog, salía bien parado. También estaba Gazpacho, el de Los Fruitis, pero esa serie y su extraño ‘casting’ merece una entrada de blog independiente que no creo que llegue a escribir nunca.

Miedo me da pensar el criterio que usó Ariel para elegir a la familia del Buey Padilla (ellos no tienen la culpa) para saber cómo ahorra una familia numerosa. O por qué creyó el creador del anuncio de Fairy, que la madre tenía que explicar en andaluz, fingido y entonado con ‘malafollá’, a la profesora de su hija la consabida retahíla de la economía familiar gracias a la archifamosa gotita quitagrasa. ¿Por qué los eligieron?¿porque verdaderamente son un ejemplo de una familia como otras muchas (asturianas, gallegas, levantinas…) que hacen verdaderas hojas de cálculo para llegar a fin de mes? o ¿porque el andaluz, preso de una mofa histórica constante se relaciona con lo marginal, la escasez o el subdesarrollo? A lo mejor es más acertado poner a una familia con un acento que se identifique más con regiones en las que el afán de ahorro y amor a la pela son bastante señeras.

Aunque es cierto que sí se le puede preguntar a un andaluz por el ahorro. ¡Claro que sí! De lo que nos ahorramos en traductores de presencia debatible (por no decir innecesaria) en parlamentos y juzgados. Aunque es cierto que el andaluz es un dialecto y no una lengua. Pero, nótese la ironía, ¿el español si es una lengua, no? ¿la nuestra? ¿la de todos? También podemos pensar en la tranquilidad que da saber desde el primer momento lo que la DGT te anuncia en sus luminosos de carretera. Vaya a ser que por no saber lo que significa ‘boira’, te pegues un ‘boirazo’ con el coche.

Mientras tanto, espero, sin ironías, que los Buey Padilla lleguen a fin de mes. Que la joven estudiante saque buena nota en el trabajo y que los creadores de anuncios, entre idea e idea, lean a algunos premios Nobel de Literatura como Aleixandre o Juan Ramón Jiménez, que no sé si estos autores llegaban o no a fin de mes pero no fingían su habla, hablaban andaluz.