domingo, 8 de enero de 2012

¡Si María levantara la cabeza…!



Los niños corretean a su alrededor como si fuera una vecina más, pero no cualquier vecina. Ella permanece erguida a sabiendas que el tiempo pone cada uno en su sitio, como pretende que siga siendo. Recuerda como muchos años atrás se sintió fuerte, aguerrida, segura de sí misma y con la valentía necesaria para alzarse ante la desgracia que estaba por venir. No dudó en enarbolar su lanza y puso en jaque su propia vida para guerrear sobre las murallas de su pequeña patria, La Coruña, y evitar que ésta cayera en manos de los invasores británicos, encabezados por Francis Drake, allá por el siglo XVI. Siglos después, María Mayor Fernández de Cámara y Pita, María Pita para todos, sigue velando por su feudo a través de un frío y eterno bronce que preside la plaza mayor de su A Crunha amada y natal. Es más, su aportación fue tan grande que le da nombre a las fiestas locales, toros incluidos.


Ya, el famoso corsario no surca los mares y Galicia no corre el peligro de caer bajo el dominio británico como cuando María a penas sobrepasaba la treintena y cuando en las localidades cercanas de Noya y Padrón, al margen de todos los problemas, surgían los primeros festejos taurinos. Ahora, es al revés. Los toros, que surgieron como un oasis en medio de la tempestad, son el chino en el zapato. Y, en un futuro, los niños que juegan cada tarde junto a la heroína pues a lo mejor ya no la pueden recordar en los tendidos. Resulta que pretenden prohibir la entrada a los toros a menores de 12 años ya que “este tipo de celebraciones son perjudiciales para los niños” alegaban. Es cierto, si consideramos crear afición como un perjuicio. Si consideramos mal que un arte acogido oficialmente como Cultura se garantice la supervivencia, porque ‘esos locos bajitos’, como decía Serrat, un día vieron de la mano de sus progenitores lo que era la fiesta de los toros. Es un daño, si consideramos un paso atrás que al asistir a los toros, los chavales maten dos pájaros de un tiro: uno al poder disfrutar la Fiesta Nacional (quizás ese término sea el problema) y así recordar a la mujer junto a la que cada tarde ven sus vidas pasar.

A María la suben en un pedestal por haber defendido lo suyo mientras a otros les prohíben darle permanencia a lo que también es parte de Galicia. Porque la comunidad gallega no es sólo La Coruña ni sólo allí se celebran corridas de toros, aunque haya sido el ejemplo. El mensaje ahora se tergiversa. Ponen a los niños, cuando interesa, en un altar sin pensar que a lo mejor son la base para que no se fragmente algo que en algunos lugares ya ha empezado a resquebrajarse. La falta de sentido común asalta las murallas gallegas. María Pita, con su infranqueable lanza, no estará para evitar que entre y parece ser que su espíritu defensor tampoco. Los niños, mientras tanto, tendrán que dejar de serlo para disfrutar de algo que nació cuando Galicia corrió el riesgo real, de perder su identidad.

Marta Jiménez

No hay comentarios:

Publicar un comentario