viernes, 4 de septiembre de 2009

Ni toros ni faenas, pero no se la pierdan


¿Recuerdan aquello de ‘Ni canta ni baila, pero no se la pierdan’? Era el cartel de presentación que el New York Times ofrecía sobre nuestra gran Lola Flores en su periplo norteamericano. Algo así podría ser el ‘slogan’ que se podría utilizar para promocionar la Corrida Goyesca de Ronda. Desde que uno pone un pie en la ciudad del Tajo (de la que me declaro enamorada) en la tarde de la corrida, hasta el aire se transforma. Ese mismo aire que estrecha la mano al recuerdo broncíneo del Niño de la Palma y de Antonio Ordóñez para desearle suerte. Ellos no saltarán al ruedo porque ya estarán allí. Incluso, minutos más tarde, parte de su sangre correrá el riesgo de volver a derramarse. Cuando los jóvenes del pueblo pasean en calesas y a caballo por las calles de Ronda, uno espera que entre los ‘catites’ y ‘madroñeras’ se encuentre Próspero Merimé tomando notas. Cuando suena la música del paseíllo, el público comienza a calentar las muñecas porque se le adivina una tarde de intensa actividad.

Si un curioso busca espectáculo, lo encontrará. Si un aficionado busca faenas, no tendrá tanta suerte. No importará si algún espada pasa de largo con el capote, si se cruzan o no con la muleta o si el acero se hunde de manera incesante en el ‘enemigo’. No importará, porque lloverán orejas. El amplio abanico de políticos, famosos, famosillos, chupópteros, aficionados y demás componentes del respetable verán que la puerta grande se abre de cualquier manera sin que los cerrojos de un criterio acertado, ausente en numerosas ocasiones, lo impidan.

Los grandes nombres sobre el cartel hacen de árboles que no dejan ver el bosque; José María Manzanares, Miguel Ángel Perera y Cayetano. Tres nombres para soñar con un verdadero espectáculo taurino. Pero eso, si no se consigue, aunque parezca mentira, es lo de menos. Y es que parece que entre el público que asiste a la Maestranza a primeros de septiembre hay un acuerdo tácito; “señores, aquí hemos venido a ver cortar orejas y vueltas al ruedo y si los toreros no quieren, pues las van a tener de todas maneras”. Pero claro, con esto ocurre lo mismo que cuando un niño celebra más el envoltorio del regalo que el presente en sí. Si la Maestranza se viste de Armani y Swarovski, pues no importará que el mucho arte con el que cuenta Cayetano no reluzca. Aún así, les puedo asegurar que los destellos de los cristalitos suizos brillarán en Ronda como no lo harán en ningún otro sitio. Difícil de encontrar una pasarela como el pétreo burladero del coso rondeño. Ya les digo, bueno o malo, el paraíso de Ronda lo alberga todo esa tarde. Ya lo decía Cayetano (único de los Rivera Ordóñez que pisará este año el albero) en una entrevista ofrecida al diario Levante: «Si en el cielo se sufre y se disfruta, Ronda es mi cielo».

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